El sol siempre ha tenido un papel importante en la historia de la humanidad. Los griegos orientaban sus casas buscando su calor, los aztecas construían teniendo este astro como referencia (para ellos era un dios) y los romanos ya utilizaban ventanas de vidrio para aprovechar la luz; sea como sea, la estrella de nuestro sistema solar vuelve a estar en el centro de todas las miradas, porque en la actualidad estamos comenzando a sacar verdadero partido a su energía limpia e ilimitada en nuestros negocios y hogares gracias a la fotovoltaica de autoconsumo.
A diferencia de otras tecnologías, la energía solar tiene múltiples aplicaciones. La primera distinción que tenemos que tener clara es si hablamos de una instalación activa (en la que se utilizan distintos equipos para captar, convertir y distribuir la energía del sol) o pasiva (por ejemplo, la construcción de un inmueble orientado de tal manera que sólo con la luz solar necesite menos climatización a lo largo del año).
Básicamente la tecnología de captación solar, busca concentrar la energía del sol, aprovecharla y transformarla dependiendo del uso que al que se destine la instalación. Por esto, dependiendo del tipo de tecnología utilizada podemos diferenciar entre:
- Fotovoltaica: mediante intercambio químico, se convierte luz solar en energía eléctrica que más tarde se adapta al consumo gracias a un inversor. Dentro de esta tecnología encontraremos toda la gama actual de paneles fotovoltaicos existentes en el mercado: monocristalinos, policristalinos, transparentes, módulos dobles, tejas solares, paneles flexibles, etc. Además, esta tecnología permite la acumulación de energía utilizando baterías, por ejemplo, de litio.
- Termosolar: mediante intercambio físico, se calienta un fluido (normalmente agua, aunque hay casos donde se utiliza aceite) que circula para calentar un líquido calefactable, ACS (agua caliente sanitaria) o unirlo a un proceso posterior de generación de energía eléctrica. Estas plantas termosolares tienen diversos tamaños, por ejemplo, existen módulos residenciales que calientan agua para climatizar y hacer circular ACS en viviendas y negocios de tamaño medio; y al mismo tiempo grandes plantas donde un fluido a altas temperaturas genera electricidad limpia y sostenible gracias al movimiento de una turbina.
Por último, hay una práctica cada vez más extendida que se basa en utilizar la energía del sol pasivamente. ¿Cómo? Construyendo edificios que, con la orientación adecuada y utilizando materiales que dispersen o mantengan la temperatura exterior, aprovechen al máximo las horas de sol en invierno y eviten las de más calor en verano, consiguiendo una temperatura confortable y una gran cantidad de luz natural sin necesidad de consumir energía de la red eléctrica.
Si algo hemos aprendido de la crisis energética en la que estamos inmersos hace años es a apostar de nuevo por la energía renovable, reduciendo poco a poco el consumo de combustibles fósiles. La energía solar puede que no alcance una potencia pico tan elevada como un parque eólico gigante en el estrecho de Taiwán pero sin duda, comprobar de primera mano el ahorro que conlleva consumir energía generada tu propio tejado, es un argumento igual de potente para que día a día más viviendas y negocios apuesten por un planeta más limpio.
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