Surtirse con electricidad proveniente de fuentes limpias, instalar fotovoltaica e incluso reducir la factura con los excedentes eléctricos hacen factibles proyectos agroganaderos antes inviables.
Andalucía multiplicó en el 2020 por 3,5 las pequeñas instalaciones de autoconsumo llegando a 127 MW con 10.900 ‘miniplantas’ y las 14 centrales fotovoltaicas otros 752 MW de potencia instalada, un 30%.
Unieléctrica surte de renovables a 55 sociedades agrarias de transformación, 32 cooperativas, 20 almazaras y 89 comunidades de regantes, sobre todo en Andalucía, Extremadura y Cataluña.
Las renovables se perfilan como claves para el sector de la agroganadería y agroalimentación, tradicionalmente olvidado por el sector eléctrico pese a su carácter esencial en el presente y futuro del país, y ha comenzado un despegue que puede en el futuro dejar pequeño el salto de las energías verdes que se está dando en zonas urbanas, todo ello a través de cuatro vías distintas, explica un análisis de la comercializadora de renovables Unieléctrica.
La primera de estas vías es la instalación de placas solares independientes de la Red Eléctrica, algo en donde ya salen los números tras el abaratamiento de estos materiales e instalaciones (placas solares que han visto su precio reducido a la décima parte en pocos años, acumuladores, baterías con más capacidad y menos costes, etcétera) respecto a hace solo una década, haciendo viable en muchos casos instalaciones por muy aisladas que se encuentren e independientemente de su conexión a la red.
En segundo término se encuentran aquellas instalaciones de menos de 100 KW de potencia fotovoltaica que tras abolirse el llamado ‘impuesto al sol’ (Real Decreto 244/2019) pueden incluso volcar en la red parte de su pequeña producción y rebajar así la factura de lo que toman diariamente como suministro, todo ello siempre a través de una comercializadora autorizadas para este servicio. Esta fórmula, también es cierto, se está encontrando con dos problemas: numerosas trabas administrativas aún vigentes (por ejemplo, hace poco la Unión Española Fotovoltaica consiguió que ya no sea imprescindible el permiso de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea para poner plazas solares en la cubierta de edificaciones) y la falta de capacidad de Red Eléctrica de España (REE) en algunos puntos que lleva a negar el permiso a la espera de nuevos ejes que aumenten la capacidad colmatada. Sin embargo, las cifras son espectaculares. La Agencia Andaluza de la Energía ha informado esta semana que en el 2020 las pequeñas instalaciones de autoconsumo pasaron de una potencia instalada de 36 MW a 3,5 veces más: 127 MW con 10.900 ‘miniplantas’.
Sin embargo, y ya hablando de una tercera vía de la incipiente ‘revolución energética verde’ del campo, también son cada vez más las explotaciones e instalaciones agroganaderas en general abastecidas directamente por líneas de la REE en la que pymes, autónomos, cooperativas, sociedades agrícolas de transformación y hasta grandes empresas confían su suministro a comercializadoras de electricidad proveniente exclusivamente de renovables, otra forma de impulsar este sector indirectamente. Solo en el caso de Unieléctrica, que desde sus orígenes apostó por las pymes en todos los ámbitos y por el sector agrícola en particular, dos facetas de la actividad productiva española tradicionalmente olvidadas por las grandes comercializadoras, cuenta actualmente entre sus clientes con 55 sociedades agrarias de transformación (SAT), 32 cooperativas agrícolas, 20 almazaras y 89 comunidades de regantes, casi dos centenares de explotaciones e instalaciones agroalimentarias especialmente en las comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura y Cataluña, informa Alberto Martínez, director comercial de UniEléctrica. “Surtirse de energías verdes, además, supone un plus de imagen para los productos y servicios de las empresas del campo, un sector que entiende mejor que nadie las ventajas de cuidar el medio ambiente y ajustar al máximo los costes con los que trabaja”, afirma Diego Montes, director gerente de UniEléctrica.
Capítulo aparte, y ya muy lejos del autoconsumo fotovoltaico, el cuarto eje de la ‘revolución verde’ del campo, uniendo consumo y producción, estarían las comunidades energéticas solares (que previsiblemente se dispararán, ya que solo hay 33 en España, particularmente en la Comunidad Valenciana, frente a las 1.750 de Alemania o 700 de Dinamarca), así como la proliferación de nuevas instalaciones eólicas en las comunidades de la Cornisa Cantábrica y Castilla León y, en el resto del país, de plantas fotovoltaicas.
De hecho, y es solo un ejemplo, en Andalucía en el 2020, en plena crisis socioeconómica del covid, la Agencia Andaluza de la Energía registró 14 nuevas plantas fotovoltaicas (de más de 10 MW de potencia instalada que suman 752,31 MW, alcanzando la comunidad autónoma una potencia instalada de 2.672 MW, un 32,2% más que a finales del 2019, con una inversión de 750 millones de euros y creando 3.000 puestos para construir las instalaciones. Para muchos propietarios de terrenos agrícolas, esta fórmula de reservar suelo para ‘sembrar placas’ en lugar de trigo les supone alquileres estables durante un largo periodo de años, algo que les permite hacer frente a los problemas que pueda encontrar en el resto de la explotación, más aún con la actual crisis del campo debido a tres décadas acumuladas de bajos precios de las cosechas.